JAVIER JIMÉNEZ
Eko Prince Michael Olorumfummi, un nigeriano de 46 años, circulaba a una velocidad muy elevada a las afueras de sa Pobla, en dirección a Pollença. Iba solo, al volante de un potente y nuevo Chrysler 300 C, con placas de matrícula 4534 FLR.
No está claro qué ocurrió, pero los investigadores creen que Eko se durmió o se despistó. Sea como fuere, el subsahariano se salió de la carretera por el margen derecho y se llevó por delante una señal de tráfico, un poste de luz de madera y, finalmente, una torreta de hormigón. Todo pasó en cuestión de segundos, sobre las nueve y media de la mañana, y el único ocupante del vehículo quedó con la cabeza destrozada e inerte. Llevaba el cinturón de seguridad y saltaron dos air bags delanteros, pero no fue suficiente para evitar que se golpeara fatalmente la zona craneal.
Los primeros conductores que se detuvieron a prestar auxilio se encontraron con una escena muy impactante: Eko estaba muerto sobre su asiento, pero tenía el rostro cubierto de una masa sanguinolenta. Los equipos de emergencia enviaron a ese punto kilométrico a sanitarios del 061 "que sólo pudieron certificar que el nigeriano ya había fallecido", Guardia Civil, Policía Local de sa Pobla y los bomberos del parque de Inca.