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Tráfico de hachís, a diario, en sa Pobla

Un grupo de magrebíes vende droga en la calle Lluch, muy cerca de la Plaça de l´Ajuntament

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No es Chicago, ni Madrid, ni Barcelona, ni un bario marginal de una gran ciudad. No, es sa Pobla, una localidad de unos quince mil residentes. Cada tarde y hasta altas horas de la noche, y desde hace muchos meses, hay quien incluso asegura que años, en la calle Lluch se lleva a cabo el tráfico de drogas, sobre todo de hachís.

Los vecinos lo han denunciado en repetidas ocasiones pero todo sigue igual. En la citada calle hay instalado un locutorio. En las aceras es donde se colocan los vendedores que hacen los «pases» sin ningún tipo de pudor. Ni tan siquiera se molestan en tratar de ocultar el tráfico ilícito. Por la calles pasan niños, personas mayores, en fin, toda clase de personas ajenas a este trasiego.

Los vecinos están ya hartos de todo eso y lo que conlleva, o sea, ruidos, gritos, peleas, frenadas de vehículos, reyertas más o menos importantes, lo que no les permite conciliar el sueño. Y todo esto es así hasta que el local cierra sus puertas. Después, unas horas de paz y hasta la tarde del día siguiente. Quizás uno de los datos que más llame la atención es el hecho de que la calle Lluch es centrica y, por lo tanto, está situada a escasos metros de la Plaça del Ajuntament.

En el Ajuntament tienen que tener cartas de quejas de los vecinos, que se enviaron hace ya un año. Aunque quizás el problema no sea competencia municipal, o sea, de la Policía Local. La Guardia Civil ha llevado a cabo actuaciones contra la venta de drogas en la localidad, pero de la última hace ya tiempo y no fue precisamente en la calle Lluch. Lo cierto es que, después de varias horas y en distintos días de oberver la zona, muy pocas por no decir ninguna patrulla ha pasado por esta calle. Lo que si hay es un continuo trasiego de personas a pie, y otras en coche, que después de dirigirse a los «camellos» les entregan cantidades de dinero y ellos reciben a cambio la droga.

Los vecinos evitan enfrentarse a los «camellos» pero califican la situación de insostenible, y reclaman que alguien, quien sea, haga algo lo más pronto posible para que se acabe con el problema.

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