EMILIO LÓPEZ VERDÚ
«Noté dos golpes por detrás, sentí que me quemaba y me apoyé contra la pared mientras uno le decía al otro: no se cae, no se cae, ¿le meto otra?» La víctima de una agresión a cuchilladas describía así su experiencia durante un juicio en la Audiencia Provincial. Se trata de Manuel M.V.B., apuñalado dos veces con un cuchillo de pesca submarina cuando se hallaba en la unidad de pediatría de Son Llàtzer, en la que estaba ingresado su hijo.
Según el fiscal, el padre sujetó a la víctima mientras el hijo la apuñalaba. Ayer, los responsables de esta agresión aceptaron su culpabilidad y antes del juicio se pactó una condena de siete años y medio para el padre, Antonio Jiménez Navarro, y cuatro años y medio para el hijo, Miguel Jiménez Muñoz.
El autor de las puñaladas, Miguel Jiménez, explicó que estaba «empastillado» porque venía de fiesta, y que se asustó porque la víctima pegó un puñetazo a su padre y luego se llevó la mano al pantalón. «En ese momento me tenía intimidado, así que no me lo pensé y le pinché. Me marché del hospital corriendo por miedo y me escondí, aunque al cabo de un par de días me entregué a la policía», afirmó.
Bien distinta es la versión del herido, que aseguró ser víctima de una emboscada. «Yo no los busqué, sino que ellos me encontraron a mí. No me dieron opción. Cuando me acuchillaron empecé a gritar pidiendo ayuda. Me tumbé sobre una camilla y creía que me moría», aseguraba en su declaración, realizada con la protección de un biombo. La víctima explicó que una de las puñaladas le afectó a una costilla y la otra le llegó al pulmón. «Salía sangre por detrás, en total perdí dos litros, casi me muero», recordaba la víctima.