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Gélido y laborioso rescate en sa Fosca

El salvamento de un grupo de cinco excursionistas palmesanos finalizó en la medianoche del jueves

El joven se lesionó un tobillo y sus amigos pidieron ayuda. El rescate nocturno duró siete horas y fue muy laborioso. Foto: A.SEPÚLVEDA

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Eloy, Diego, Lleonard, Àlex y Joaquín buscaban aventura, pero no tanta. Los cinco excursionistas palmesanos, de edades comprendidas entre los 21 y los 25 años, se desplazaron hasta Escorca en la mañana del jueves, perfectamente equipados y con víveres. Su objetivo era sa Fosca, que en esta época del año es todavía más peligrosa.

El Torrent de Pareis fue un trámite y luego llegó el auténtico reto. Los jóvenes comenzaron el descenso de sa Fosca, con gran cuidado y lentamente, para evitar accidentes. El día era extremadamente frío y había tramos con hielo, muy resbaladizos. El agua estaba gélida y aún así la excursión transcurrió sin sobresaltos hasta la cuatro de la tarde, cuando estaba llegando a su fase final. Uno de los muchachos -Eloy- pegó un pequeño salto sobre una roca y cuando cayó sobre ella se dobló el tobillo. Todos los planes del grupo cambiaron inopinadamente. El joven no podía seguir de ninguna manera y en el exterior el día se apagaba. Las temperaturas bajaban y rondaban los cero grados.

Así pues, Alex y Joaquín decidieron salir de sa Fosca y pedir ayuda. No podían pasar la noche en aquella cueva húmeda, porque había riesgo real de morir por hipotermia, y consiguieron llegar al Restaurante Escorca, desde donde pidieron ayuda. Los expertos en montaña de los parques de bomberos de Inca y de Sóller se desplegaron con celeridad. Eran las cinco de la tarde y ocho funcionarios se pusieron en marcha, apoyados por la Guardia Civil.

Los bomberos adoptaron todo tipo de precauciones: un nuevo accidente podía complicar muchísimo las cosas. Con precaución llegaron al tramo conocido como el 'pont natural' y consiguieron auxiliar al herido, que colaboró en todo momento con sus rescatadores. El grupo inició el camino de vuelta, con linternas y puntos de luz. Pese al susto, prevalecía el buen ambiente. «Y eso que dicen que los bomberos viven bien», bromeó uno de los jóvenes cuando se encontró con los efectivos de rescate. Minutos antes de la medianoche todo había terminado, tras siete horas largas y complicadas. Y con temperaturas gélidas.

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