Semblantes serios, cariacontecidos. Crespones en las antenas. Un minuto de silencio. Cientos de taxistas de Palma pararon ayer durante una hora para protestar por el asesinato de un compañero en Bilbao y reclamar, por enésima vez, más medidas de seguridad en su trabajo.
A las doce del mediodía la calle Julián Gayarre, junto al parque de Son Oliva, presentaba una imagen poco habitual. A ambos lados de la vía colas interminables de taxis blancos evidenciaban el éxito de la convocatoria. «Es nuestro deber estar aquí, en memoria del compañero asesinado. Estamos indefensos ante los peligros que nos acechan y ya es hora de que las instituciones hagan algo para mejorar nuestra seguridad», apuntaba Modesto Caballero, presidente de la asociación Taxis Palma Radio. El ambiente que se respiraba en la concentración era de indignación y malestar. Gabriel Moragues, presidente de los taxistas de Pimem, megáfono en mano, explicaba a los conductores la postura del colectivo palmesano y reclamaba también más medidas de seguridad para los taxistas. Al finalizar el acto se guardó un minuto de silencio por el chófer degollado en Bilbao.
«Hace tiempo que negociamos con el ayuntamiento de Palma, pero la inseguridad sigue ahí. Ahora estamos montando sistemas de GPS para que los conductores estén siempre localizados. Aún así, estamos a merced de los vándalos», se quejaba Caballero. La centralita telefónica de los taxistas también paró entre las doce y la una, con la excepción de los servicios mínimos para enfermos y urgencias. Las concentraciones se desarrollaron a nivel nacional, con desigual seguimiento en las principales ciudades españolas, según informó ayer la agencia Efe. Eduardo Robredo, el taxista asesinado, estaba casado y tenía dos hijas, una de pocos meses. Un cliente dominicano de 20 años lo degolló en la madrugada del lunes y luego fue acorralado en un portal por otros taxistas que le dieron alcance.