. Ese mismo día se puso en contacto con Carmen, una de sus hijas, que reside en Alemania. Le comunicó la muerte de su madre, pero ofreció contradicciones y no supo explicar con exactitud qué le había pasado. La mujer, de unos 40 años, se quedó muy intranquila y al no poder obtener más información por parte de su padre decidió tomar un vuelo a la mañana siguiente y plantarse en Montuïri. Cuando se reunió con el progenitor se quedó todavía más confundida. Gunter M. le hizo creer que Renate era donante de órganos y que la «burocracia» mallorquina hacía muy difícil averiguar dónde había acabado el cadáver de la sexagenaria.
Aquella extraña versión no convenció a Carmen, que siguió investigando y buscando el cuerpo de su madre. El día 25 la mujer se presentó en la Comandancia de la Guardia Civil, muy preocupada y planteándose dudas muy inquietantes sobre lo que le podía haber pasado a su madre. La Policía Judicial realizó gestiones en hospitales, empresas funerarias, juzgados, registros civiles, policías locales e incluso en el banco de sangre y tejidos. Todos los trámites fueron infructuosos y no se halló ni rastro de Renate.
El domingo los agentes procedieron a la detención del vecino de Montuïri, que se derrumbó y acabó confesando que él mismo había hecho desaparecer los restos de su mujer, tras quemarla y trocearla en el jardín de la casa. Los expertos registraron la finca y, en efecto, localizaron parte del cráneo y algunos huesos, que serán sometidos a la prueba del ADN para confirmar que son de Renate. Gunter y su esposa, ambos naturales de Francfurt, llevaban 10 años residiendo en Montuïri, desde que se jubilaron en Alemania.
El hombre, al parecer, tenía problemas con el alcohol y no se relacionaba en exceso con sus vecinos de Montuïri.