El vendaval, que alcanzó rachas de 135 kilómetros por hora, castigó múltiples barriadas de la capital, desde el casco antiguo hasta el Coll den Rabassa, pasando por Son Xigala, sa Vileta, Son Rapinya o también El Molinar, Ciutat Jardí y el Passeig Marítim. Como era la esperar, las líneas telefónicas de la policía y los bomberos recibieron por la noche un aluvión de llamadas. El incidente de la iglesia de Santa Eulàlia o el incendio de s'Albufera tuvieron un mismo desencadenante: el viento furioso que soplaba en todas las direcciones, sin dar tregua. Además, no todo fueron desastres de consideración.
La mayor parte de las peticiones de ayuda por parte de particulares de Can Picafort, Santa Margalida, sa Pobla, Inca, Alcúdia, Calvià, Andratx, Lloseta, Llucmajor o Palma eran por lo mismo: cristales rotos, ramas que habían caído sobre sus casas o tejas que habían volado. A pie de calle, el escenario era idéntico aunque hubiera muchos kilómetros de distancia entre un punto y otro. Carteles y vallas publicitarias rodando por el suelo, árboles oscilando con violencia y plásticos y papeles flotando en el ambiente.
En Palma la situación llegó a ser complicada y las brigadas de Parques y Jardines colaboraron en la retirada de ramas y la tala de algunos cipreses, para descargar de trabajo a la Policía Local y los bomberos. El 092 recibió, entre las diez de la noche del domingo y ayer tarde, más de 350 llamadas telefónicas relacionadas con el vendaval. Hoy, el temporal de viento amainará. En contrapartida, vuelve la nieve.