El edificio siniestrado está ubicado en el número 10 de la calle Sant Pere, muy cerca de la Plaza Atarazanas y justo enfrente de la conselleria de Comerç, Indùstria i Energia. Pasada la medianoche de ayer, y minutos antes de la una de la madrugada, el segundo piso quedó envuelto en llamas y los equipos de emergencia comenzaron a recibir llamadas de auxilio.
Los primeros en llegar fueron las unidades del Cuerpo Nacional de Policía, seguidos de la Policía Local, que se entrevistaron con un vecino del primer piso que informó, muy angustiado, que había personas atrapadas en la tercera planta, y que estaban gritando pidiendo ayuda. Los agentes entraron por el montpellier de la finca y se encaramaron a una estructura metálica, para cerrar las llaves del gas y evitar una tremenda deflagración. A continuación, trataron de llegar al segundo piso, pero las llamaradas eran imponentes y hacían inútil cualquier intento por acercarse. La escalera interior también estaba en llamas y los funcionarios decidieron retirarse, a la espera de la llegada de los bomberos, y controlar que nadie subiera a la finca, ya que en la calle los ánimos estaban muy tensos y había familiares de las personas atrapadas que querían auxiliarlos.
A las 1,20 horas, aproximadamente, llegó una dotación con escalera de los bomberos, que consiguió llegar la balcón del tercer piso y rescatar a los vecinos en apuros. Fue entonces cuando se personó en la calle Sant Pere el hijo de Cristóbal Guerrero, de 20 años, que se mostró muy inquieto por el hecho de que su padre no estuviera entre los rescatados. El joven explicó, a pie de calle, que sus padres se habían separado recientemente y que él, de momento, compartía piso con el progenitor. Esa noche, empero, había estado con su novia en casa de unos amigos y de vuelta se había encontrado con el edificio en llamas. Asimismo, contó que Cristóbal no tenía por costumbre salir de noche, lo que añadió más pesimismo sobre su situación.