EFE-RABAT
La esperanza de encontrar supervivientes bajo los escombros de los
edificios desmoronados por el terremoto que el martes se registró
en la región marroquí de Alhucemas casi se ha disipado, mientras
las réplicas han extendido el pánico entre unos habitantes que
sufren su dolor y la lluvia debajo de «jaimas».
En Imzuren, localidad a unos 12 kilómetros de Alhucemas que fue la más afectada por el primer terremoto (en la madrugada del martes), miembros del Ejército y de Protección Civil de Marruecos se afanan en la instalación en un descampado de decenas de jaimas de plástico verdes y amarillas.
En ellas se hacinan las familias que han perdido sus casas o no quieren regresar a ellas por miedo a que se les caigan encima.
Son insuficientes para todos, por eso se producen discusiones para recibir un número preferente en las listas de registro mientras otros optan por intentar construir sus propios refugios con frágiles plásticos en las lindes de las carreteras, los campos e incluso calles y plazas de la ciudad de Alhucemas. Tortas de pan han constituido el principal alimento de muchos de los damnificados por el terremoto, quienes, desde lejos, señalan las grietas que han aparecido en sus casas y por las que no se atreven a volver.
Por otra parte, desde la Red Sísmica Nacional informaron ayer de que el terremoto no fue detectado en Balears, sólo en algunos puntos de Andalucía, Murcia, Alicante y Ciudad Real.