«Estábamos muy pendientes de las dos, porque sabemos que hay cacas, cristales y hasta jeringas. Sin embargo, en un momento vimos que mi hija cogía arena y que en ese montoncillo había una jeringuilla, con la aguja. Le dimos un grito, se asustó y se la clavó», relató la madre.
La niña fue evacuada sin demora al PAC de Son Cladera, y de ahí al hospital de Son Llàzter, donde le hicieron todo tipo de pruebas: «Le pincharon tantas veces que hoy tiene moratones. Nos han dicho que es difícil que coja enfermedades como el Sida o la hepatitis, pero hasta dentro de tres meses y medio no podremos descartarlo. Cada día que pasa es terrible, porque es una angustia no saber qué le va a pasar a tu hija, si ha cogido alguna enfermedad o si está bien...».
El caso de la pequeña de 3 años, y los momentos de incertidumbres que viven sus padres, no ha pasado desapercibido para los vecinos de Son Fuster, que ayer acudieron al parque para protestar por el deterioro peligroso de aquellas instalaciones. Magdalena, una de las residentes, se quejó de que «tenemos un parque de casi 5.000 metros cuadrados, como no hay muchos en Palma, y está hecho una pena. Lo mínimo que puede hacer el ayuntamiento es poner los medios necesarios para garantizar que nuestros hijos no se van a clavar jeringuillas mientras juegan en la arena».
Al respecto, otra de las vecinas, Loli, anunció que en breve se recogerán firmas para presentarlas en Cort: «Vamos muy en serio y no queremos que se piensen que es una rabieta de un día». Una de las soluciones sería, en opinión de algunos afectados, que se colocaran vallas y que el parque, de noche, quedara cerrado al público. De hecho, es durante la madrugada cuando acuden al recinto toxicómanos y jóvenes conflictivos, que montan 'botellones'.