La condena a ocho años y medio de cárcel por homicidio contra el «caníbal de Roteburgo», que fue dictada ayer, es una sentencia salomónica con la que los jueces alemanes han pisado un terreno jurídico virgen, y ha causado cierta sorpresa porque abre la posibilidad de que el condenado esté en la calle en un período de cinco años. Expertos policiales y psiquiatras creen que Meiwes puede volver a matar y comerse a sus víctimas. La Audiencia Provincial de Kassel declaró culpable a Armin Meiwes, el alemán de 42 años que mató, descuartizó y se comió a otro hombre un año mayor que él, con su consentimiento, en un crimen con el que ambos satisfacieron sus fantasías.
El fiscal, Marcus Koehler, pedía cadena perpetua por asesinato con motivación sexual y perturbación del descanso de los muertos, mientras que el abogado, Harald Ermel, reclamaba «una condena proporcionada» por homicidio con consentimiento de la víctima. «Se trata de un comportamiento condenado por nuestra sociedad: el canibalismo», señala el juez Volker Mütze al principio de la argumentación de la sentencia, y advierte que «nos encontramos en un ámbito en los límites del derecho penal, pues faltan precedentes».
No fue asesinato, porque Meiwes no mató a su víctima, como sostenía la acusación, sólo para satisfacer sus apetitos sexuales, pues el placer que experimentó el caníbal al matar y trocear a la víctima no fue «un motivo dominante» del crimen, sostuvo el juez.
Un vídeo
El condenado confesó que grabó el crimen en vídeo para masturbarse
después viendo las imágenes, una cinta de varias horas de duración
que fue usada como prueba en el proceso.
El magistrado sostiene que el caníbal se comió a su víctima para establecer «la unión más estrecha posible» con ella, y su móvil no fue obtener «sexo y placer», sino «seguridad y recogimiento».
Tampoco se trató, como sostenía la defensa, de un asesinato con consentimiento de la víctima -delito análogo a la eutanasia activa-, porque la víctima «no pidió en serio y específicamente» a Meiwes que le matara, sino que quiso vivir «la experiencia de su vida» mientras el caníbal le cortaba el pene, que ambos intentaron comerse.
Los expertos explicaron durante el proceso que el caníbal estuvo obsesionado durante su pubertad por un fetichismo por la carne humana inerte, y que sólo experimentaba excitación sexual cuando se imaginaba troceando un cuerpo. La víctima, en cambio, sufría de masoquismo sexual y quería que le cortaran el pene para superar el suicidio de su madre, del que se sentía en parte responsable después de que el padre le contara que la mujer murió en un accidente de tráfico.
«Me alegro de que termine todo», manifestó Meiwes antes de escuchar la sentencia, que recibió con la misma serenidad con la que participó en el proceso.
El dictamen ha causado sorpresa porque las leyes alemanas prevén la posibilidad de que el condenado salga de la cárcel a los cinco o seis años si cumple ciertas condiciones, como buen comportamiento. En los interrogatorios tras su detención, Meiwes declaró que «para terminar, quiero decir que no he matado a nadie más. Pero lo hubiera hecho si se hubiera presentado la oportunidad».