«Cecilia era una gran madre y no hacía daño a nadie. Estamos hundidos, nadie podía imaginar que esto acabaría así». Los familiares de la mujer asesinada en Son Servera permanecían ayer en estado de conmoción después de conocer la trágica noticia, tan inesperada como dramática.
Los hermanos de Cecilia viven en la misma finca donde se cometió el crimen, pero ayer por la tarde, para evitar la presión de los medios de comunicación, se trasladaron a la casa de un tío, próxima a la Avenida Constitució. Los padres de la mujer se encontraban de viaje en Granada, de donde son naturales, y uno de los hijos les llamó por teléfono para informales de que Cecilia había sufrido «un accidente» y que debían regresar de inmediato. Juan y Pili, él taxista de profesión, debían regresar a las 18.00 horas, aunque sus allegados contaron que «no saben muy bien lo que ha ocurrido, pero lo intuyen». Francisca Isern, una de las vecinas, recordó a Cecilia como «una gran persona», y no pudo reprimir las lágrimas al hablar de ella. Catalina, una ex compañera de clase de la fallecida, se mostró igualmente conmocionada y sólo tuvo buenas palabras para ella. Cecilia trabajaba en el Hotel Tropicana y el sábado pasado salió a cenar con el resto de empleadas para celebrar el final de la temporada. Días antes, había festejado el quinto cumpleaños de su hijo. Precisamente ayer el director del colegio donde cursa los estudios el hijo del matrimonio se reunió con los padres de los alumnos para tratar de evitar comentarios sobre lo ocurrido que pudieran desestabilizar aún más al pequeño. El día de ayer fue de luto para Son Servera. En el Bar Expresso, donde trabajaba una de las hermanas de Cecilia, acudieron conocidos de la fallecida para interesarse por lo ocurrido, y ninguno daba crédito: «Es el último matrimonio del que te podías imaginar algo así, los dos eran muy normales. Él estuvo el lunes por la tarde comprando un maillot de ciclista, que era su pasión y luego por la noche la mata. Es increíble».