La casa de dos alturas del número 18 del Camí de Can Pastilla, en la barriada palmesana del Coll den Rabassa, ocultaba un terrible secreto en su interior: el cadáver del dueño, Juan Garau Sastre, que llevaba un año y medio muerto en una de las habitaciones.
«Todos pensábamos que Joan estaba de viaje; era un hombre de unos 60 años, muy reservado y solitario y no se hacía con nadie. El lunes por la mañana vino la policía y cuando nos dijeron que lo habían encontrado muerto y que llevaba allí unos 18 meses nos quedamos de piedra», contó ayer Gaspar, uno de los vecinos del fallecido. 'El Chispas', apodo por el que era conocido Juan, trabajaba como electricista y las dos plantas de aquel edificio donde apareció ya momificado eran de su propiedad. De ahí que nadie detectara el hedor que siguió a su muerte, acontecida después de las navidades de 2001. No tenía hijos, ni mujer, y con los pocos familiares que le quedaban no mantenía una relación especialmente fluida.
«Algunas madrugadas nos despertábamos sobresaltados, porque Joan ponía la música a todo volumen. Al menos era música clásica, sobre todo Beethoven, pero cuando llamábamos al timbre de la calle para que la bajara nadie contestaba. Era muy suyo y no se hacía con nosotros», explicó María, otra residente del Coll que ayer todavía no salía de su asombro tras conocer el final de su vecino.