«La madre empezó a llorar y gritaba: Basta, basta, para ya. Hubo un momento en que lloraba muy fuerte pero no sé por qué. Luego vino la ambulancia y la policía y la hija mayor del hombre, pero yo me quedé en casa», explicó Norie Bartolomé, la vecina del piso de enfrente, que era la única que estaba en el bloque cuando se cometió el crimen. «Por la mañana, sobre las once, vi al hombre subir a su casa, estaba bastante débil, me saludó y ya no he sabido nada más de él», comentó. Norie Bartolomé, que lleva ocho años viviendo en el tercer piso, frente a la casa de José Iglesias, nunca había «oído nada, creo que era un matrimonio bastante normal y eso que, por ejemplo, la ventana de mi cocina da a la suya y muchas veces nos saludábamos», aclaró.
Otros dos vecinos de la finca explicaron que Francisca E.R., la mujer de la víctima, era «muy buena persona y una mujer encantadora». Era la presidenta de la escalera, se encargaba de limpiar y creo que eran los que más años llevaban viviendo aquí», comentó el vecino del cuarto, quien matizó que su relación con la familia era «de vecinos que nos vemos al subir o bajar» porque «yo llevo viviendo aquí sólo cuatro meses y no es que me relacione mucho todavía».
De las ocho viviendas, cuatro suelen estar ocupadas habitualmente y cuatro vacías. Otra vecina del primer piso recordó a la víctima porque «creo que estaba enfermo de la cabeza, de los bronquios y últimamente estaba depresivo. Vi a su mujer el otro día y me dijo que últimamente estaba muy débil y que no quería bajar ni a la calle. Pero yo tenía poca relación con ellos. Hace dos años que vivo en esta finca y no he subido arriba. Nos veíamos, nos saludábamos y ya está. Su mujer era muy buena persona y tenían dos hijas que sólo las conozco de entrar y salir», destacó. A pesar de vivir en la misma finca, esta vecina del primero primera tampoco se enteró del crimen.