Los amigos de Ana Eva Guasch siguen fieles a su empeño inicial de no escatimar esfuerzos hasta que se esclarezca el paradero de la filóloga de Palma desaparecida. Me consta que esta es una iniciativa que ha tenido sus efectos inmediatos, y que ha servido para que personas que ocupan altos cargos en nuestra sociedad se hayan interesado e implicado en el caso. No es cuestión de criticar aquí el trabajo de nadie porque también, estoy seguro, la investigación no se ha paralizado. El problema es que no hay resultados y por ello es importante que el colectivo de amigos insista en su empeño. Ahora mismo me vienen a la mente otros casos de personas desaparecidas en Palma, y de las que nunca más se ha sabido después de arduas e intensas investigaciones si se quiere, pero que al fin y al cabo no llegaron a la localización de la persona, o personas.
Por ejemplo, recuerdo el caso de Àngel Pérez, un hombre que regentaba un bar en sa Vileta y una madrugada desapareció. Así, sin más. La policía detuvo a un sospechoso, al que se tuvo que dejar libre por falta de pruebas, y después se comentó que el cadáver del desaparecido se enterró en una zona de la vía de cintura, cuando estaba en obras, y en la que a la mañana siguiente se arrojaron toneladas de cemento.