El Grupo de Homicidios se ha desplazado a Barcelona, por segunda vez en las últimas semanas, para investigar la desaparición de Ana Eva Guasch, la filóloga palmesana que permanece en paradero desconocido desde el mes de octubre de 2001. Hace algunos días varios agentes del Cuerpo Nacional de Policía viajaron a la Ciudad Condal porque el camarero de un bar había reconocido «sin ningún género de dudas» a Ana Eva entre los clientes habituales del local.
Los funcionarios policiales se entrevistaron con él, al igual que hicieron en octubre con una peluquera catalana que también aseguró haberla visto, y a pesar de montar algunos servicios de vigilancia en el establecimiento que supuestamente frecuenta, no encontraron ni rastro de ella. Pese a todo, la principal línea de investigación de la policía sigue siendo la de una desaparición voluntaria de Ana Eva, en contra de lo que piensan sus amigos, que tienen el convencimiento de que la maestra de Santa Mónica fue secuestrada o, presumiblemente, asesinada.
Los investigadores, por su parte, no sólo se basan en las declaraciones que aseguran haberla visto en Barcelona o los alrededores, sino también en el testimonio de una vecina de Ana Eva de la calle Aragón de Palma, que aseguró que horas antes de desaparecer escuchó una conversación de la filóloga en la que anunciaba su marcha.
Todos estos datos, en cambio, chocan con otros también evidentes: ¿Por qué en todo este tiempo no ha realizado movimientos en sus cuentas bancarias? ¿Por qué no se llevó su coche nuevo, que sigue aparcado en la calle General Riera, junto a la casa de sus padres? ¿Por qué no se ha puesto en contacto con nadie, ni familia, ni amigos? ¿Por qué no se llevó las joyas o la ropa de su casa? Son, en definitiva, demasiados interrogantes para un caso que, un año y un mes después, sigue con pocos visos de ser esclarecido, a pesar de las múltiples gestiones que realizan por un lado la policía y, por otro, su entorno más íntimo de amistades.