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Los dos asesinos del tarot se enfrentarán a la pena capital

John Allen contactó telefónicamente con dos sacerdotes, lo que fue clave para que la policía pudiera identificarlo

John Lee Malvo, de 17 años, y su padrastro John Allen Muhammad, de 41.

AGENCIAS-WASHINGTON
El gobernador de Virginia, Mark Warner, afirmó ayer que quiere solicitar la pena de muerte para los dos presuntos asesinos en serie detenidos el jueves en caso de que se compruebe que sean los francotiradores de Washington.

«La pena de muerte es apropiada en estos casos», declaró Warner durante una conferencia de prensa en Rockville, en Maryland (este). En este sentido, Los dos hombres serán acusados de asesinato en Alabama por un crimen cometido anteriormente en este estado del sur de EEUU, y los fiscales también pedirán para ellos la pena de muerte. Según las autoridades, hay suficiente evidencia de que John Allen Mohamed y John Lee Malvo participaron en el asesinato de una mujer en una tienda el 21 de septiembre en Montgomery, Alabama.

El camionero que alertó por teléfono a la policía tras haber visto el vehículo del presunto francotirador fue presentado ayer por todas las cadenas de televisión norteamericanas como un héroe, que además se ha ofrecido a compartir su recompensa con las familias de las víctimas. Ron Lantz, a quien faltan pocos meses para jubilarse, llamó a la policía para avisar de que una camioneta Chevrolet Caprice de 1990, similar a la descrita por las autoridades, estaba estacionada en el área de descanso de una carretera, al noroeste de Washington.

Por otra parte, la rabia y la frustación obligaron al francotirador a llamar por teléfono a dos sacerdotes de los Estados de Virginia y Washington, dándoles a ellos pistas claves que luego fueron usadas por la policía para dar con su paradero, según indicó en su edición de ayer el diario ´The New York Times´. El 17 de octubre, el criminal llamó a las autoridades del condado de Montgomery, pero aparentemente estalló en rabia cuando la persona que le atendió no entendió de quien se trataba. «¡Soy Dios!», gritó, «¿No sabes con quién estás hablando?». Al día siguiente, el criminal realizó al menos dos llamadas telefónicos a sacerdotes en Ashland, Virginia, y Bellingham, en Washington.

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