Por enésima vez este verano, la lluvia volvió a ocasionar estragos en Mallorca. El Port de Pollença, pero sobre todo la zona de Cala Sant Vicenç fueron, en esta ocasión las zonas que sufrieron los efectos de una tormenta que descargó cerca de 165 litros por metro cuadrado en poco más de dos horas. El aguacero descargó con singular virulencia en Cala Sant Vicenç y en especial en la urbanización de Cala Barques, donde los vecinos vivieron una auténtica pesadilla cuando el torrente de Can Botana se desbordó.
El agua invadió las calles cercanas e inundó las plantas bajas de todas las viviendas hasta llegar a un metro de altura. La fuerza del caudal era tan brutal que arrasó con todo y ni tan sólo los coches que había aparcados en la calle pudieron resistir su empuje. Los vehículos, uno tras otro hasta 35, fueron arrastrados por el agua hasta topar con alguna pared. Entonces se fueron amontonando unos encima de otros tal y como si fueran fichas de dominó, en lo que constituía una imagen casi surrealista. Buena parte de los coches quedaron inservibles. Casi todos estos automóviles estaban aparcados en la calle que antiguamente era el cauce natural del torrente, y al modificarse su salida, el terreno es hoy en día una urbanización.
Según los vecinos, el agua empezó a caer con fuerza cerca de las tres de la madrugada y la tormenta se fue recrudeciendo, provocando una subida repentina del nivel del agua que sorprendió a la mayoría de los residentes. La lluvia empezó a cesar al cabo de una hora y media y el torrente volvió a su cauce hacia las cinco.
El torrente no respetó ni tan siquiera el propio cauce que se encuentra canalizado y soterrado, y el agua siguió lo que antes era su cauce natural, hasta verterse directamente en la playa. A pesar de las espectaculares consecuencias del desbordamiento no se tuvo que lamentar, eso sí, ninguna desgracia personal. Y es que algunos de los vecinos suelen dormir en las plantas subterráneas cercanas que fueron las primeras en inundarse.