La región rusa de Krasnodar vivió ayer un día de luto por las víctimas de una devastadora riada que ya ha causado al menos 38 muertos y hasta 400 desaparecidos en la costa del mar Negro, cerca del puerto de Novorossiisk. Las inundaciones, provocadas por lluvias torrenciales, vientos huracanados y tornados, anegaron decenas de localidades y centros turísticos y amenazan con una catástrofe todavía mayor si se rompen las presas de dos embalses situados tierra adentro en la montaña.
Aunque ayer salió el sol, las autoridades permanecen en estado de alerta debido a otro aviso de tormenta y pronósticos de más precipitaciones. El número de víctimas aún puede aumentar, pues, según diversos datos, pueden haber desaparecido entre 120 y 400 personas, tras el torrente de agua que arrasó varias localidades y campings en la costa. El incidente más grave se produjo cerca del poblado Abrau-Diursó, donde las aguas desbordadas del embalse Diursá, al precipitarse hacia el mar desde la montaña, barrieron un camping con hasta 300 veraneantes, cuyo destino se desconoce.
En el poblado vecino de Shirókaya Balka, un potente tornado absorbió del mar y vertió en la montaña una enorme cantidad de agua, que arrastró al mar a otro centenar de personas, y los socorristas ya rescataron 16 cuerpos sin vida. Tras inspeccionar el viernes el embalse Diursá, el viceministro de Situaciones de Emergencia, Guennadi Korotkin, alertó de que su presa «se encuentra en muy mal estado técnico y, si se derrumba, puede ocasionar otra catástrofe». Además de Diursá, con 6 millones de metros cúbicos de agua, también está a punto de desbordarse el embalse Glébovo, algo menor, donde las aguas amenazan asimismo con derrumbar la presa y anegarlo todo en su carrera hacia el mar.
En Austria las fuertes tormentas del martes y miércoles provocaron el caos en parte del país. La región del Waldviertel fue la más afectada. Los rios salieron de su cauce y las compuertas de los diques fueron abiertas para evitar que se derrumban.