Entre las once de la noche del jueves y las seis de la mañana de ayer la mitad sur de la Isla se estremeció por un aguacero que, entre otras consecuencias, dejó más de 150 litros de agua por metro cuadrado en Llucmajor y desbordó a los servicios de emergencia. Sólo los bomberos, en ese tiempo, recibieron más de 1.000 llamadas telefónicas, lo que puede dar una idea del pánico que experimentaron muchos particulares al asistir a aquel espectáculo de lluvia, truenos y relámpagos.
El jueves, a lo largo de todo el día, había lloviznado tímidamente, pero nada hacía presagiar una noche tan intensa como la que se avecinaba. De hecho, los servicios de emergencia no habían alertado de chubascos tan violentos. Poco antes de la medianoche un frente lluvioso entró por Andratx y comenzó a descargar con inusual intensidad en puntos de aquel municipio y de Calvià. Magaluf, Palmanova, Santa Ponça y Peguera no se libraron del temporal, que anegó calles e inundó sótanos. Sin embargo, sólo era el 'aperitivo': el desastre estaba todavía por llegar. A las 00.30 horas la Platja de Palma y s'Arenal de Llucmajor quedaron convertidos en un barrizal.
El Pont dels Jueus, que separa ambos términos, empezó a experimentar una subida alarmante del caudal y dos horas después los servicios de emergencia estuvieron a punto de desalojar las casas próximas, ante la posibilidad de que el torrente se desbordara. Numerosas plantas bajas de la calle San Cristóbal quedaron inundadas y en un bar de la zona la Guardia Civil tuvo que rescatar a cuatro personas que habían quedado atrapadas. A medida que el caos se iba adueñando de la situación, la policía y los bomberos se veían desbordados por centenares de llamadas y peticiones de auxilio, algunas de personas que habían perdido los nervios y se encontraban histéricas. El pueblo de Llucmajor, junto con Porreres, fue uno de los más castigados y sus calles, durante la madrugada, estuvieron prácticamente impracticables. La cortina de agua que cayó de forma interrumpida durante tres horas se coló en muchas casas y sótanos, y una buena parte de los residentes en el pueblo no pegó ojo ante semejante aguacero.
La tormenta continuó desplazándose hacia Porreres, Inca y Campos, donde también provocó desperfectos de consideración y alarmó a los vecinos. En la primera localidad, la cantera quedó completamente anegada, lo que impidió que por la mañana se pudiera trabajar con normalidad. Invernaderos y huertos 'desaparecieron' bajo las aguas, al igual que héctareas de almendros de los márgenes de la carretera. En Bunyola, Sóller, Algaida y Alcúdia las precipitaciones también fueron intensas y los servicios de emergencia tuvieron que actuar en achiques, rescates puntuales y vehículos que se habían quedado parados en mitad de la calzada, al entrar agua en el motor. Por la mañana, a eso de las 7.00 horas, todas aquellas localidades citadas anteriormente presentaban, en numerosas zonas, un aspecto fantasmal y caótico: el agua convertida en una capa de barro omnipresente, los damnificados achicando con cubos y los comerciantes desolados, con pérdidas millonarias.