«A Emilio no le gustaba que yo fuera gitano. Decía que me iba a rajar las tripas, pero yo le clavé el cuchillo». Joaquín Lobato Montáñez, un hombre acusado de asesinar a un compañero de trabajo, alegó ayer ante el jurado que actuó en legítima defensa. Lobato se enfrenta a una acusación de asesinato, por la que el fiscal Gabriel Rul.lan pide 18 años de cárcel. La familia del fallecido Emilio Cañadas, a través del abogado Gabriel Garcías, solicita 20 años de prisión. El defensor Carlos Portalo alega que su cliente sufre un trastorno asocial de la personalidad y pide la absolución. El acusado explicó que los hechos ocurrieron el día 14 de septiembre de 1998 en Peguera. Lobato y Emilio trabajaban en la misma hamburguesería. Según la versión del acusado, su compañero, que apenas llevaba cinco días trabajando con él, «desde el principio se metió conmigo. Les hacía comentarios a los demás sobre mí y les decía que los gitanos éramos escoria». Estos comentarios no las escuchó nadie más que él, ya que los otros compañeros confirmaron que no oyeron nada al respecto.
La acusación cree que el motivo de la pelea fue la rotura de un vaso. «Le dije a Emilio que podíamos arreglar allí mismo nuestras diferencias. Me dijo que era mejor que lo hiciéramos al salir del trabajo». Ambos quedaron citados en la playa de Torá, en Peguera. El primero que llegó fue Emilio. Según la acusación, acudió desarmado a la cita, aunque Joaquín mantiene que lo hizo armado con un cuchillo. El acusado negó que hubiera cogido el arma del restaurante y confirmó que en la pelea apenas hubo palabras. Además, mantiene que Emilio no llegó solo a la cita, lo hizo con otra persona, a la que no pudo identificar. «Se abalanzó sobre mí con el cuchillo, pero logré desarmarle y le clavé el arma en el pecho», confesó el acusado. La hoja del cuchillo perforó el corazón de la víctima, que murió a los pocos segundos. Lobato justificó su reacción «en la legítima defensa porque cuando ves que están a punto de clavarse un cuchillo haces lo que sea para defenderte».