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Un robo en la capilla de la «Beateta» moviliza a los vecinos de Valldemossa

Una veintena de residentes, indignados, se unieron a la batida de la policía y la Guardia Civil para localizar a dos de los ladrones

Los delincuentes arrancaron el cepillo de las limosnas y huyeron.

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Un robo en la casa natal de Santa Catalina Thomàs indignó y movilizó ayer al mediodía a vecinos de Valldemossa, que se sumaron a la búsqueda policial de los dos delincuentes huidos por la montaña. Pasadas las once de la mañana una vecina notó algo extraño en la capilla de la Beata, en la calle Rectoría. Las puertas estaban abiertas, algo inusual a aquellas horas, y cuando entró en el habitáculo se encontró con dos varones y una mujer que manipulaban el cepillo.

La señora, extrañada, les preguntó: «¿Qué hacéis?» y los delincuentes, con cinismo, respondieron: «Rezamos». Tras este cruce de palabras los dos individuos y la mujer emprendieron la huida y la Policía Local de la localidad se puso en alerta para localizarlos. Frente al bar Sa Mata fue interceptada Rosa María del Carmen M.V., de 46 años y que había quedado rezagada en la huida. Uno de los agentes observó como los otros dos fugitivos se subían a un coche marca Ford Orion de color blanco, que estaba estacionado en el aparcamiento.

El funcionario, raudo, se dirigió al turismo y les hizo aspavientos e indicaciones para que se detuvieran. El conductor, en cambio, aceleró y se llevó por delante al representante de la autoridad, que lo agarró de un brazo e intentó retenerlo. El hombre se jugó la vida y fue arrastrado durante cincuenta metros. Por fortuna, cuando se soltó rodó por los suelos y no fue aplastado por las ruedas del vehículo, que giró a la izquierda. El agente resultó con abrasiones y contusiones, así como con el uniforme desgarrado. Fue atendido en el PAC de Esporles y su estado no reviste gravedad. La escapada de los dos delincuentes sólo duró doscientos metros, ya que el coche se salió en una curva y quedó parado en la cuneta. Sus dos ocupantes se apearon a toda prisa y corrieron hacia la montaña, en la zona denominada s'Arxiduc. Una veintena de vecinos, indignados por el acto sacrílego de profanar un templo, se unieron a los policías locales y a cinco dotaciones de la Benemérita, que «peinaron» los alrededores.

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