Un impresionante despliegue policial, coordinado por la Guardia Civil, acompañó a primera hora de la mañana de ayer el inicio del traslado de presos de la vieja prisión de la carretera de Sóller a la nueva, emplazada a menos de medio kilómetro. El operativo comenzó poco después de las ocho de la mañana y finalizó a las siete menos cuarto de la tarde, sin que se produjeran incidentes de importancia.
La 313 Comandancia de Palma llevaba semanas planificando la operación, para que la seguridad estuviera plenamente garantizada sin tener que cortar por completo la circulación en la zona, lo que hubiese acarreado trastornos no sólo en aquel tramo, sino en las vías adyacentes. La Policía Local de Palma colaboró en la tareas de control del tráfico rodado, pero el peso de la operación lo llevó la Benemérita, que cerró uno de los carriles y lo acondicionó para el paso exclusivo de los autocares especiales que debían trasladar a los presos.
Los primeros reos en cambiar de un recinto penitenciario a otro lo hicieron por su propio pie, aunque fuertemente vigilados por las Fuerzas de Seguridad. Se trataba de un pequeño grupo formado por presos «de confianza», que fueron los primeros en inaugurar la prisión vecina. El resto de convictos fue dejando la vestusta cárcel de forma escalonada y a bordo de autocares especiales llegados de la Península. Mientras tanto, los funcionarios de prisiones trabajaban a un ritmo frenético, asignando entradas y salidas y comprobando que ningún preso común era mezclado con los considerados «peligrosos» o que alguno aprovechara un descuido para salir por la verja principal.
En los vehículos habilitados los reclusos fueron introducidos en cabinas por lo que, a pesar del corto trayecto, la posibilidad de fuga era prácticamente nula. Desde el aire un helicóptero de la Guardia Civil, con base en la Península, supervisó el gran dispositivo y sobrevoló el área donde están ubicadas las dos prisiones de forma continúa.