Ayer, cinco días después del terremoto que causó un millar de muertos, 4.000 heridos y 250.000 damnificados, las autoridades comenzaron a imponer el orden en la región cafetalera del centro-oeste de Colombia.
La tardía presencia de las fuerzas del orden, la lenta entrega de ayudas y la presencia de vándalos, que asaltan comercios y viviendas, sembraron durante dos días el caos y el temor en la ciudad de Armenia, capital del departamento de Quindío, la más afectada por el seísmo del lunes.
En la madrugada de ayer se vivieron nuevos momentos de pánico por un temblor de 4'25 grados en la escala abierta de Richter que sacudió la zona a las 7:24 hora local (12:24 GMT) y sacó a muchos habitantes de sus viviendas o refugios improvisados en pijama.
El movimiento aumentó la zozobra y el temor de los millares de damnificados que permanecen en la zona en precarias condiciones, aunque no causó más daños ni nuevas víctimas, según las autoridades.
El Gobierno, que decretó el viernes por la noche la emergencia económica y social por 30 días con el fin de expedir medidas para rehabilitar la región, y las autoridades locales se han visto desbordadas por la magnitud de la tragedia, la imprevisión y la falta de coordinación para paliar los efectos de la catástrofe.