Hace solo unos días, el diario El País titulaba con crudeza: ‘Bienvenidos a las vacaciones más caras de la historia’. En su análisis se comparaba Mallorca con destinos tan lejanos como Bali, no por su exotismo, sino por el coste de llegar, alojarse y moverse. Según Mabrian, la plataforma de inteligencia turística, los vuelos a destinos españoles han subido entre un 10 % y un 63 % desde 2023, y los precios de hotel entre un 2 % y un 26 %. Exceltur, con datos de su Alianza para la Excelencia Turística, confirma que estas subidas se traducen en que unas vacaciones en Baleares son un 36 % más caras que hace tres años, y recalca el impacto que tiene el encarecimiento sobre la toma de decisiones de los turistas. En resumen, el precio medio del paquete turístico en las Illes Balears ha aumentado más de un 25 % en los últimos dos años, con subidas acumuladas que superan el 60 % en vuelos y más del 20 % en alojamiento. En temporada alta, muchos visitantes se encuentran ante un escenario donde el presupuesto apenas cubre vuelo y hotel. Todo lo demás se recorta.
Este encarecimiento no es neutro. Sus consecuencias están condicionando profundamente la manera en que los visitantes consumen y se mueven por el territorio. Y eso lo estamos viendo con claridad desde ABACTUR, la Asociación Balear de Actividades Turísticas. Durante el primer semestre de 2025, nuestros espacios asociados han registrado una caída media del 12 % al 15 % en el número de visitantes. Es decir: vienen más turistas, sí, pero gastan menos en todo lo que no sea llegar y dormir. ¿Las razones? Múltiples. Por un lado, el turista actual organiza su viaje por libre, reserva con menos antelación y prescinde de paquetes cerrados. Según EGATUR, el gasto en paquetes turísticos ha caído un 4 %, mientras que el gasto individualizado –alojamiento, manutención, transporte individual– ha crecido un 7,5 %. Esto provoca que muchas experiencias culturales, patrimoniales o naturales –que antes venían incluidas en esos paquetes– ahora no entren en los planes del visitante.
Todo esto está teniendo consecuencias reales. Muchos de nuestros socios han notado una caída en las reservas de excursiones, visitas guiadas y actividades familiares. Y aunque la temporada alta pueda ‘salvarse’ en términos de ocupación, el valor añadido que aporta las experiencias turísticas se está erosionando.
Esta realidad nos obliga a revisar el modelo, porque no podemos decir que se trate de una cuestión coyuntural. Las actividades especializadas no son un ‘extra’. Son una parte esencial del producto turístico global que se ofrece al visitante y forma parte del atractivo de nuestras islas. Generan valor económico local, desestacionalizan, diversifican y mejoran la calidad de la experiencia del visitante. Y, además, aportan identidad al destino.
Desde ABACTUR defendemos que estas experiencias deben ocupar un lugar central en la estrategia turística de las Baleares. Y para ello, necesitamos políticas públicas que las reconozcan como lo que son: una inversión, no un coste. Invertir en producto es tan importante como invertir en promoción. De la misma manera que se apoya las actividades puntuales relacionadas con la música o con eventos deportivos, el Govern tiene que valorar y apoyar todas aquellas iniciativas que promuevan una mejora del destino durante todo el año.
La reactivación de la Mesa de Sostenibilidad del Govern puede ser una oportunidad. Pero sea como sea, debe incorporar activa y realmente a quienes gestionamos el territorio y sus recursos turísticos, desde una perspectiva de sostenibilidad real: social, ambiental y económica. No basta con hablar de límites; hay que redistribuir oportunidades.
En paralelo, asistimos a un fenómeno que no se puede ignorar: la tensión social derivada de la presión turística. Las expresiones de turismofobia, aunque minoritarias, evidencian una desconexión entre la percepción ciudadana y la gestión del modelo. Como recordaba Carmen Riu en una reciente entrevista «la pandemia hizo patente la enorme aportación de la industria turística a la economía balear y su capilaridad. Hubo cierto consenso durante un tiempo, que parece haberse quebrado ahora». Por tanto, se hace necesario un trabajo conjunto entre todos los actores: ciudadanía, instituciones públicas y sector privado.
Precisamente ese fue uno de los mensajes centrales de la reciente Cumbre Empresarial de Barcelona, en la que participamos representando a CAEB junto a representantes de Cataluña, Aragón y la Comunitat Valenciana. En el Decálogo por la Competitividad aprobado en esa cita se insistió en la necesidad de:
•Fomentar un entorno regulador estable y ágil que no penalice la inversión ni la innovación.
•Garantizar una fiscalidad competitiva, alineada con los países de nuestro entorno.
•Defender el turismo como un sector estratégico, imposible de deslocalizar, pero que debe gestionarse con inteligencia para minimizar tensiones y maximizar beneficios.
•Apostar por una visión de turismo sostenible que incluya al residente y al tejido económico local, sin nuevas cargas impositivas que ahoguen a las empresas que ya operan legal y responsablemente.
En definitiva, necesitamos políticas que entiendan que más turismo no equivale a mejor turismo, y que lo cuantitativo debe dejar paso a lo cualitativo.
Las Illes Balears pueden seguir siendo un referente internacional, pero solo lo lograremos si protegemos aquello que nos hace diferentes: su patrimonio, su entorno, su autenticidad… y a quienes viven, lo gestionan y lo trabajan.