Golpe de timón

| Palma |

Tiene que ser la izquierda, como siempre. La misma que nos mete en el lío, ahora nos va a sacar. O dice que lo hará. Mette Frederiksen, la primera ministra danesa, que acaba de asumir la presidencia rotatoria de Europa, está dispuesta a acabar con el desastre migratorio que vive el Viejo Continente y que la propia izquierda, de la que forma parte, ha creado.

«El sistema actual de asilo está roto», dijo en la asunción de su cargo europeo, «en este momento, son los traficantes de personas quienes tienen el poder de decidir quién entra o no en Europa. Necesitamos tener el control de nuestras propias fronteras. Y seré muy franca: las personas que vienen de fuera y cometen delitos graves, que no respetan nuestros valores ni nuestro modo de vida, no tienen cabida en Europa».

Kaare Dybvad Bek, su ministro de Inmigración, es todavía más claro: «La nacionalidad más representada entre los solicitantes de asilo en Italia el año pasado fue la bangladesí. La gran mayoría son migrantes económicos que no necesitan protección sino que abandonan sus países con la esperanza de encontrar trabajo en Europa. (…) A su llegada invocan derechos que están reservados para otro grupo completamente distinto, los solicitantes de asilo. Cada año –añade el ministro– los países europeos gastan miles de millones de euros en la tramitación de solicitudes de asilo, alojamiento y repatriación de extranjeros que no tienen derecho a protección».

Pero jamás nadie dice esto porque podría ser acusado de xenófobo. La izquierda ha callado porque ella es la que ha creado el mito de la hipersensibilidad por el sufrimiento y la derecha porque en realidad es una agrupación de mediocres ignorantes que se limita a esperar a que los temporales amainen.

Sin embargo, como ahora es la izquierda la que pierde elecciones por el desastre que ha montado, empieza a coger el toro por los cuernos, aunque con incoherencias clamorosas. Dice el ministro que «las intenciones del actual sistema europeo de asilo son humanitarias, pero sus consecuencias no lo son en absoluto. Si seguimos manteniéndolo perpetuamos un sistema cínico, ultra capitalista y antihumano basado en la explotación de los débiles».

Debería haber añadido que es un sistema que tranquiliza nuestras conciencias: arrancamos a los pobres de sus países, los trasladamos mediante mafias y en condiciones horrendas, para después dejarles los trabajos más marginales de nuestra sociedad. Pero nos permite mirar a los nuestros y decirles que somos buenos, que los amparamos. Si de verdad ayudáramos al progreso de sus países, el resultado sería otra cosa.

Nadie sabe si esta Europa desvencijada y sin Norte será capaz de asumir algo tan simple como el control de sus fronteras, pero sí que por lo menos hemos logrado que alguien diga con claridad que el problema es de fondo, que no se aborda con sensiblería barata como hasta ahora. Esencialmente, el error es tratar como refugiados políticos, o sea como si fueran perseguidos, a quienes huyen de la miseria. Así de simple. Lo cual no necesariamente significa no ayudar a evitar también este segundo drama, pero con las herramientas adecuadas.

Lo que a mí me resulta absolutamente incomprensible es que todo un continente lleve ahora medio siglo atado de pies y manos ante este desastre; que haya ciudades enteras que ya no son Europa y que nunca hayamos sido capaces de hacer un análisis racional y comedido de esta realidad. Bastó que exhibiéramos el horrendo calificativo de «xenófobo» para que todo quedara paralizado y nos bloqueáramos. Suménle cuatro o cinco oenegés dando la matraca y este es el panorama.

Para nosotros es difícil convivir con quienes están en nuestras antípodas culturales, pero para ellos vivir lejos de los suyos y entre gentes con costumbres tan diferentes, en el fondo hostiles, es igualmente duro e inconveniente. Pero todo sea para que no nos sintamos incómodos, para que no nos digan que discriminamos.

Francamente, la incapacidad para superar los estereotipos, los prejuicios, me parece abrumadora.

¿Cómo hemos aceptado sin mover un dedo durante años a las mafias enviando estas personas desesperadas? En cambio, mantenemos el continente cerrado a los inmigrantes legales, a los que quieren venir como toca, con un permiso legal. Los consulados de España e Italia, por ejemplo, están totalmente colapsados, obligando a casi todos a venir ilegalmente, a ser explotados, a arrastrarse en la clandestinidad.

A ver si a golpes, antes de autoexterminarnos, nos quitamos de encima los estereotipos y somos capaces de actuar racionalmente dando un golpe de timón. A ver.

1 comentario

user Sonroca | Hace 14 días

Soy pesimista…

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