La preocupación por el futuro de la UE ante la inexorable necesidad de afrontar retos complejos que requieren decisiones difíciles, y el temor a retroceder en prosperidad, igualdad, seguridad y, en consecuencia, en libertad, fueron los motivos por los que la Comisión Europea encargó a Mario Draghi, antiguo presidente del Banco Central Europeo y uno de los economistas más respetados de Europa, el conocido informe El futuro de la competitividad europea. Se le pidió elaborar un diagnóstico sobre la situación de la UE y ofrecer recomendaciones que permitieran diseñar una estrategia que identificara prioridades, explicara las disyuntivas para ayudar a tomar decisiones, y ofreciera soluciones concretas y realistas para avanzar.
El informe, que se presentó el mes de septiembre, destaca la creciente pérdida de competitividad de la UE frente a los EEUU y China que han consolidado su liderazgo gracias, principalmente, a la innovación, inversiones estratégicas y políticas industriales efectivas y, entre sus prioridades, urge a las instituciones europeas y a los Estados miembro a emprender acciones para reducir esta brecha.
Europa está llena de investigadores y emprendedores con talento, pero que no consiguen que sus ideas se conviertan en un éxito comercial. Draghi, en su informe, identifica los obstáculos con que se encuentran las empresas innovadoras para crecer en Europa: habla de la necesidad de un auténtico mercado único, de un mercado de capitales integrado, y de una regulación coherente que garantice un equilibrio entre cautela e innovación.
También recomienda una profunda revisión de cómo se gasta el dinero público destinado a la innovación. En línea con Mariana Mazzucato explica que los fondos públicos, bien utilizados, pueden ser una poderosa herramienta para lanzar tecnologías punteras que tienen excesivo riesgo o requieren demasiada financiación para que el sector privado pueda hacerlo por sí solo.
El informe reconoce también que el progreso tecnológico y la inclusión social no siempre van de la mano. La inclusión depende de que todos tengamos las competencias necesarias para beneficiarnos de dicho progreso. Para ello propone una profunda revisión del sistema educativo en todas sus etapas para saber dónde están las carencias y tomar las decisiones adecuadas para subsanarlas. Para tener éxito, la inversión en tecnología y en capacitar a las personas deben ir de la mano.
Las propuestas de Draghi pueden ser una buena hoja de ruta, pero solo serán efectivas si van acompañadas de los recursos necesarios, menos burocracia, mejor coordinación entre los Estados y un compromiso común.