La DANA se presenta como la causante de la tragedia de Valencia. Los valencianos, más realistas, prefieren llamarla barrancà, como en 1982 la llamaron pantanà en referencia al derrumbe de la presa de Tous. Las similitudes son muchas y muestran que en 40 años no se ha hecho nada para remediarlo. Entonces, los únicos que acabaron en el banquillo fueron el ingeniero de la presa, que llevaba desde las 8 de la mañana pidiendo al Gobierno civil autorización para evacuar agua de forma controlada, y los alcaldes de Sueca y Poliñá, que tuvieron la valentía de volar un trozo de la autovía de Silla, que impide la salida al mar del agua, salvando a sus pueblos y a una amplia zona poblada de la inundación. De la vergüenza de aquellos juicios viene esta tragedia.
La información sobre las zonas inundables y el comportamiento del agua en el Mediterráneo es de primero de geografía. Pero, al parecer, el conocimiento no se lleva bien con los pelotazos urbanísticos, que cuentan con el apoyo institucional que se pone a su servicio.
Si nos quedamos en ver sólo lo inmediato, la lluvia y la gestión del desastre, repetiremos la historia. Esta tragedia se ha ido construyendo a lo largo de décadas. ¿Cuántas responsabilidades políticas hay que señalar en todos los ámbitos del Estado, el local, el autonómico o el estatal? Para muestra un botón: el martes se vota en el Parlament de les Illes Balears la convalidación del decreto que, en un principio, autorizaba a construir en zonas inundables. Tomemos nota.