El día 5 de octubre de 1837 un egregio turista: Henri Beyle, conocido por su seudónimo Stendhal (1783-1842) visitó Barcelona y al año siguiente publicó su obra Memorias de un turista donde explica que la ciudad de Barcelona en general le fascinó, sus ramblas le cautivaron y disfrutó de la comida del Hotel Cuatro Naciones, que aún siendo una edificación del siglo XVIII, al día de hoy, sigue funcionando. En dicha obra, nuestro egregio turista reivindica una mirada más personal alejada de las guías de viajes al uso, describiendo sus impresiones sobre Barcelona; no solo de los lugares que visitó sino también ofrece observaciones psicológicas y sociales interesantes.
No obstante, hay que decir que pese la fascinación experimentada no alcanzó a percibir el síndrome que lleva su nombre, que le provocó una visita a la Basílica de la Santa Cruz de Florencia; una de las iglesias góticas más importantes de Italia, en la que descansan los restos de Maquiavelo, Miguel Ángel, Galileo, Dante, Vasari y Rossini. Además de su importancia histórica y religiosa, la Basílica de Santa Cruz alberga numerosas obras de arte de artistas renombrados como Giotto, Donatello y Brunelleschi. Es un lugar donde se entrelazan la fe, el arte y la memoria histórica.
Y, por fin son dignas de atención las observaciones sociales que hace Stendhal de los catalanes y que recoge Jesús Lainz en El privilegio catalán. «Es una divertida contradicción, que se predique el beneficio de todos, al tiempo que quieren disfrutar de privilegios. Quieren leyes justas a excepción de la ley de aduanas» (por la cuestión arancelaria). «Los catalanes exigen que cada español pague 4 francos al año si usa telas de algodón» y «es preciso que ningún español compre los tejidos de algodón ingleses, que son excelentes y cuestan 1 franco la vara y se sirva de los catalanes muy inferiores de calidad pero que cuestan 3 francos la vara». «Son republicanos hasta el tuétano y admiradores de Rousseau y el Contrato social». «Pretenden amar lo que es beneficioso para todos y detestan las injusticias de las que se benefician unos pocos, detestan los privilegios de la nobleza de que carecen, pero quieren continuar con los privilegios del comercio».
«Los catalanes -continua Stendhal- son liberales como el poeta Alfieri que era conde y detestaba a los reyes, pero consideraba sagrados los privilegios de los condes».
Salvo las generalizaciones, que siempre son erróneas, las apreciaciones de Stendhal, estimo son válidas hoy.