Este pasado martes echaron el cierre -dicen que la mayoría de manera temporal mientras se organiza la nueva concesión- los seis quioscos de venta de periódicos que quedaban abiertos en Palma. Alguno había cerrado ya a cal y canto cuando, ese martes, me fijé en él a primera hora. Pero, en otros, todavía me dio tiempo a presenciar los últimos momentos de su actividad y, también, a mirar más allá de lo que aparentemente ocurría esos momentos. Es curioso pero, no ni en uno ni en dos, presencié algo que aconteció si no de forma simultánea sí muy cercana en el tiempo: el ir y venir de carretillas que -supongo- llevaban fajos de papel a furgonetas con destino a la distribuidora (o a contenedores, vaya usted a saber) y,también, cómo caían al suelo algunos paquetes que se resistían a marchar. No sé, pues no me acerqué demasiado, si eran revistas de esas de cotilleo famosil que salen los miércoles; o si eran las de Historia que todavía se publican -y en buen número-; o si lo que escapaba de las carretillas que desalojaban los quioscos, eran restos de colecciones de libros de esas en que el primer volumen, el de promoción, es más barato que los que vendrán después; o si lo que caía eran las publicaciones que vienen en un cartón con un plástico que envuelve el ‘regalo’ del primer día: un coche de colección, una pieza de algo que hay que montar... Lo que no había eran periódicos del días pues ese martes ya no habían llegado. Quizá, sí de días anteriores. Y quizá eso era lo que provocaba la estampida, que los titulares de un día se contradecían con los del siguiente o que eran tan iguales que ya no tenían sentido. No lo sé, sólo dejar constancia del ajetreo de ese día, el del cambio de época en esas casitas de papel que son los quioscos clásicos de venta de periódicos. Quién sabe qué podremos comprar ahí cuando vuelvan a abrir. Espero que, cuando menos, periódicos. Y de papel.
Mudanza en los quioscos
Torres Blasco | Palma |