La vistosa reconciliación entre Felipe VI y su hermana Cristina incluido un fotogénico traslado en coche con el Rey conduciendo y su hermana al lado, ocupando el puesto reservado a la reina Letizia, ha despertado toda suerte de comentarios sobre el hecho de que el Monarca ya ha perdonado a su hermana tras el escándalo Nóos, que la sentó en el banquillo y llevó a la cárcel a su ahora exmarido Inaki Urdangarin. Corren vientos de perdón regio. Solo hace falta un gesto de Zarzuela que lo confirme. Y ese no es otro que la devolución del título de duquesa de Palma de Mallorca para Cristina, que le fue retirado por el Rey, tanto a ella como a su consorte en plena vorágine mediática del ‘duque empalmao’ y con ella repitiendo ante las togas que «yo no sabía nada. Todo lo llevaba mi marido».
Si Cristina recupera el título es posible que Cort no tenga más remedio de volver a cambiarle el nombre a la Rambla, que fue Vía Roma, luego ostentó nomenclatura en honor a los ‘duques de Palma de Mallorca’ y ahora, por imperativos de la condena y divorcio de don Iñaki, pasaría en principio a ser Rambla de la duquesa de Palma de Mallorca.
Sin embargo, un escollo se ha interpuesto estos días en el ya visible proceso de rehabilitación pública de Cristina al saberse que don Juan Carlos pone en marcha en la lejana Abu Dabi una fundación que, entre otros objetivos, gestionará la herencia de sus hijas Elena… y Cristina. Como se sabe, Felipe VI renunció a la herencia de su padre y le quitó la asignación regia en los tiempos de la pandemia al destapar la prensa inglesa que el emérito compartía dinero con él en un lejano paraíso.
¿Podría interpretarse mal la restauración pública de Cristina por parte de su hermano ahora que, por imperativos de la edad de su progenitor, pasará a ser tenedora de un dineral allá en el Golfo? Habrá que verlo. Por de pronto, la señal es si volverá a ser o no duquesa de Palma. Ese es el símbolo del perdón.