Maria Antònia Munar, que entre otras cosas era nacionalista, lideró un partido que fue capaz, desde el Consell de Mallorca, de instaurar un himno, La Balanguera, y una Diada, la del 12 de septiembre, como símbolos de identidad de Mallorca. Se aprobó con un apoyo mayoritario, pero a los partidos que se sienten más y mejores nacionalistas que los demás siempre les cayó como el culo el temita. Más les dolió que en el año 2006, media Mallorca colgara en el balcón de su casa la bandera oficial de la Isla, esa cuatribarrada en horizontal, con el castillo en blanco en el lateral izquierdo sobre un fondo morado. No confundir con la de Balears, que mantiene la estructura de la americana. Ya me dirá usted que tiene esto de malo. Pero oiga, aquí hasta los gestos más blancos, nobles y de ensalzamiento del orgullo local, caen mal a más de uno. Tanto es así que, apartada la Munar, apartado todo. Ahora, el PP de Llorenç Galmés ha recuperado la bandera en el balcón y la Diada y todavía se oyen las quejas. Pero de entre todos, llama pavorosamente la atención la actitud del PI, el partido creado con los restos de UM que todavía no ha resuelto sus problemas de identidad. Quieren ser quienes no son, dejando ver que son lo que eran, pero sin que nadie piense que son los que eran, pero quieren ser como eran y al final no saben ni quiénes son ni qué son.
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