Dentro de un sistema de confusión que algunas personas consideran progresista estamos asistiendo a la repetición de casos en los que la picaresca, en alianza con los frutos de la ingeniería social, desbordan el sentido común. Hablo de casos de ciudadanos varones que, en el trance de sufrir prisión en razón de condenas por violencia machista, optan por acudir al Registro Civil y anuncian que cambian de sexo, declarando ser mujeres para así obtener diversas ventajas: desde la reducción de las condenas a mejoras en la ubicación dentro de los centros penitenciarios.
El caso del cambio de sexo por razones emparentadas con la muy española tradición de la picaresca está dando pie a situaciones chuscas en las que no encuentra asiento el juicio ponderado de las cosas. La ley es la ley y no hay más qué hablar, respondían en el Samur de Madrid a las quejas de las trabajadoras femeninas que, de repente, habían visto pulular por los vestuarios de mujeres a dos varones que decían ser mujeres. Sabido es que la ley así lo permite y basta con una simple declaración. Es una de las herencias del paso por el Gobierno de Pedro Sánchez de la dirigente de Podemos Irene Montero, a la sazón en fase de recreo como eurodiputada. La otra es la tristemente famosa ley del ‘sólo sí es sí’ que, desde que fue aprobada, ha permitido reducir los años de prisión o incluso poner en libertad a varios centenares de agresores condenados por delitos sexuales.
Y aquí no pasa nada. Ya se sabe que quienes a la vista del resultado de sus obras les critican son ‘fachas’. La titularidad de la verdad revelada la tienen ellos. Y ahí siguen, defendiendo lo indefendible como viene haciendo Ione Belarra, otra de sus dirigentes, en relación con la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.