Los partidos de la izquierda con representación parlamentaria, como oposición al Govern de la popular Marga Prohens, están trabajando para imponer como epicentro del debate en la agenda política, tras el periodo vacacional, el incidente del presidente del Parlament, Gabriel Le Senne, con el ordenador de una diputada socialista que contenía la foto de una víctima de la Guerra Civil.
Al parecer creen que la discusión sobre la permanencia de Le Senne al frente del Parlament tiene un valor –electoral– superior a cualquier otra prioridad que puedan tener los ciudadanos en estos momentos; aunque, a buen seguro, les haya preocupado más a estos la llegada masiva de migración irregular, que ha sido noticia una vez más este verano, o las consecuencias y gestión de la dana, que el cargo del miembro de Vox.
Lo cierto es que, para una parte importante de la población, siempre habían oído a los partidos de izquierda, para criticar las políticas de un gobierno del Partit Popular, calificarlas con las mismas expresiones que en la actualidad dedican a las propuestas de los miembros de Vox, por ello, la irrupción de este ha permitido educar al votante en el conocimiento de las diferencias entre una opción de centroderecha y una de derechas –y más allá–, y, con las declaraciones que están haciendo los representantes de la izquierda, a propósito de esos esfuerzos para el cambio de la presidencia, están trasladando la imagen de una formación centrista de los populares en nuestras Islas.
A pesar de que no es, naturalmente, el objetivo de la estrategia de estos, si el lector habla con personas alejadas del mundo de la política, podrá constatar que se ha consolidado una visión de los gobiernos populares en las diferentes administraciones, autonómica, insular y locales como de moderados, a diferencia de los ocho años de la presidenta Armengol, que por la influencia del partido de Podemos mayoritariamente, se mostró una imagen más radicalizada, con ataques constantes por parte de sus miembros, para justificar sus políticas, a los ‘malos’ ciudadanos: usuarios de coche privado, empresarios de éxito, médicos castellanoparlantes, defensores de la Transición, todos los hombres –machistas o no–, tradicionalistas católicos, familiares de las víctimas de la Guerra Civil del bando ‘malo’, portadores de la bandera española, críticos con la migración ilegal, incluso los enamorados por celebrar el 14 febrero, entre otros.
Si la oposición centra, como ha ocurrido este año, las críticas a las iniciativas del Govern con el único argumento que son imposiciones del partido de Abascal, y que, si lo pide Vox, sí o sí, tienen que ser malas, trasladan que las otras políticas, las que siguen sólo el programa de la formación azul, de centroderecha, se calificarían de moderadas, o que están dando soluciones a los problemas reales de los habitantes de Mallorca.
En definitiva, que Vox haya existido, en el medio plazo, reforzará a los partidos que se ubican en el centro y centroderecha, que tradicionalmente la izquierda mallorquina los ha querido situar en la derecha, por no decir la extrema derecha, por ese valor pedagógico comentado.