Catalunya avanza hacia un pacto para tener un nuevo Govern presidido por el socialista Salvador Illa. Se trata de una coyuntura enrevesada, pero el pacto de Esquerra Republicana con La Moncloa, centrado en la cesión de todos los tributos a la Generalitat, está avanzando. Porque todos significa todos, hasta el último céntimo, hasta la postrera perra gorda olvidada en el más recóndito despacho de la Delegación de Hacienda en el Principat.
En Catalunya calculan que cada año el veinte por ciento de sus recursos fiscales se van a Madrid para, en buena parte, no volver jamás. Este acuerdo levanta ampollas en otras comunidades, principalmente donde llevan toda la vida gozando de la solidaridad ajena. También hay pataletas en Madrid, gran olla recaudadora y posterior repartidora en exclusiva del sudor de la periferia.
¿Pero qué harán las élites dirigentes de Balears ahora que los catalanes se están saliendo con la suya para quedarse con la caja, el candado y las llaves? Sin duda, aquí viviremos una nueva exhibición de sumisión perruna hacia la plaza de Cibeles. Esta tierra lleva medio siglo soportando un pertinaz expolio fiscal, proporcionalmente superior al de Catalunya y, encima, besa el suelo cual rebaño agradecido mientras sus hijos no pueden acceder a una vivienda.
¿Cuándo surgirá un despertar en el que los isleños sepan hacer piña para defender lo que es suyo por encima de ideologías e intereses contrapuestos? ¿Por qué esta tierra rica en sol ignora lo que significa un amanecer colectivo?