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Epi y Blas

| Palma |

Aquello de que la política está hecha unos zorros no se limita a nuestro país. Vivimos una situación de crisis de gobierno de carácter mundial, que va desde la desafección de millones de personas que han decidido inhibirse del sistema, hasta quienes utilizan la política como una plataforma de poder y una vía rápida de lucro personal. En medio estamos millones de personas que vemos la película de la res publicae desde la distancia. Es una distancia que nos convierte en observadores objetivos y críticos de lo que sucede, cuando conseguimos evitar el posicionamiento determinista hacia un lado u otro.

Estados Unidos de Norteamérica, por ejemplo, con unas elecciones generales a la vista, ha pasado de ser un modelo de democracia y libertades a convertirse en ejemplo de urgente regeneración del sistema. Las candidaturas de Donald Trump y Joe Biden a la Casa Blanca interpelan al mundo. Ante la pregunta de Gustavo, el reportero: ¿No hay otras personas capacitadas y en mejores condiciones para asumir el gobierno de uno de los países más influyentes del mundo?, como le pasaba a Don Pimpón, nos hemos quedado sin respuesta.

Biden y Trump siguen los patrones de los títeres televisivos de los años setenta y ochenta Epi y Blas. Las dos marionetas en liza representan el amor y odio de dos perfiles antagónicos que reflejan la sociedad de su época. Y es que el imperio yanqui de Barrio Sésamo fue muy importante en su momento, pero hace tiempo que el mundo descubrió que el monstruo de las galletas no existe y que hay otras formas de enseñar y de aprender los colores. A no ser que Epi Biden y Blas Trump están intentando demostrarnos que no hay ninguna diferencia entre estar dentro o estar fuera del barrio que rodea al Capitolio de la gallina Caponata. La verdad es que estos detalles no se le escapaban a Espinete.

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