Los de PISA han hecho esta vez un informe sobre la educación financiera de los estudiantes de quince años de varios países y, oh sorpresa, España ha quedado a la altura del barro. Oficialmente, el 17 % de los alumnos españoles carece de la formación financiera mínima. A mí me parece que son generosísimos, porque creo que en la vida real ese porcentaje debe ascender al menos al ochenta por ciento y no solo entre jóvenes, sino también entre adultos. En mi experiencia personal, prácticamente todas las personas que conozco, y son muchas, son casi analfabetas en cuestiones de finanzas y a menudo encuentras gente que cree que alguien le va a dar duros a cuatro pesetas.
De hecho, la mayoría no sabe hacer una simple regla de tres, no digamos ya hablar de interés compuesto. Claro que ese conocimiento mínimo del que habla la OCDE se refiere a idioteces del tipo «diferenciar entre necesidades y deseos». ¿En serio? Pues sí, hay personas que no son capaces de hacer ni eso. Y, ojo, los que mejor puntuación obtienen son los que pertenecen a familias situadas en un nivel socioeconómico más elevado.
Es decir, se puede deducir que en esas casas se habla de dinero en términos constructivos y eso, a la postre, es valiosísimo cuando tenemos establecido un sistema educativo que se ha olvidado de enseñar a los chavales a conducirse por la vida adulta también cuando tienen que obtener un préstamo, pagar impuestos, gestionar sus ahorros o hipotecar su casa. Por eso el grueso de la población confía en sus bancos y así nos va. Miles de pleitos pendientes de resolución por mangarrufas bancarias desde hace años, a pesar de que el noventa por ciento de las veces los jueces dictan sentencia a favor del cliente.