La política es la ciencia social y práctica cuyo objeto es la búsqueda del bien común de los ciudadanos. Dicho lo anterior, no es difícil concluir que para ser un buen político es preciso estar formado y, además, aprender el oficio. Aparte de no existir ni centros ni programas de formación política, muchas veces se acaba en la política por descarte, por no encontrar hueco en el trabajo civil. Y así muchos políticos se montan en un coche oficial o estrenando despacho y pasan años y años en esa ocupación, sin haber ganado antes el pan con el sudor de su frente.
Otro de los grandes males de nuestro sistema político es la omnipresencia y la omnipotencia de los partidos que designan a los políticos a su antojo, de modo que el elegido no responde ante los ciudadanos sino ante el aparato del partido. La obediencia y sumisión es lo que normalmente se premia, más incluso que la dedicación o valía del interesado. Tenemos muchos ejemplos de políticos muy valorados por la opinión pública y defenestrados por los partidos, por díscolos.