Si yo tuviera el más mínimo interés en ser una turista al uso (de esas que han estado en medio mundo y aspiran a ver algún día el otro medio), intentaría adelantarme todo lo posible a los demás para ver si conseguía visitar los lugares típicamente turísticos sin demasiados tumultos. Por ejemplo, ya mismo pasaría un día en es Trenc, me bañaría en es Caló des Moro y esperaría el atardecer en sa Foradada. O, además de estas tres visitas obligadas, me apresuraría a acudir a cualquier parte de las que dentro de un mes o dos estarán imposibles o exigirán colas kilométricas. Más que nada por ir ganando tiempo y evitar la carga humana que habrá que soportar luego. Y en cuanto al centro de Palma, lo mismo: haría todo lo posible por hacérmelo en una mañana esta semana, porque después vienen los cruceros y los millones de guiris de rigor y una se pone nerviosa al tener que caminar a paso de hormiga por las calles peatonales. Imposible adelantar a nadie. Se forma un hervidero tal, que incluso los grados de calor suben proporcionalmente.
Después de haber visto las imágenes de Venecia hace unos días, me dio una especie de vahído y tuve que apagar la tele. Ni que hubiera estado presente… Yo no he estado nunca en Venecia -ni estaré-. ¿Acaso me preocupa lo más mínimo? Pues no, la verdad. Tal vez me hubiera gustado estar hace dos siglos, cosa del todo imposible. Se dijo en las noticias que las autoridades han acordado cobrar cinco euros a cada turista que quiera disfrutar del centro de la ciudad. ¿Cinco euros?, pensé. Me parece que cinco euros no van a solucionar gran cosa, puesto que es una cantidad ridícula. Cinco euros te los quitas de algún souvenir o del postre del restaurante y listos, a la plaza de San Marcos se ha dicho. En fin. A ver si para cuando hagan lo mismo en Palma, le suben un poco el precio. A ver si así.