Mallorca es uno de los lugares más hermosos del mundo. Esta afirmación pocas personas pueden cuestionarla, aunque la belleza es muy subjetiva. La calidad de vida es otra de las cualidades, al menos hasta hace poco, de la también conocida como Isla de la Calma. El buen clima, las distancias relativamente cortas, la oferta de ocio... Todo esto resulta muy atractivo para personas de todo el mundo, como pone de manifiesto el hecho de que la población de Mallorca no pare de crecer. Sin embargo, la Isla corre el riesgo de morir de éxito, ya que el coste de la vida está subiendo tanto que muchos residentes tienen dificultades para llegar a fin de mes. El precio de la vivienda está por las nubes: la oferta es muy escasa y la demanda muy elevada, lo que hace que el precio del metro cuadrado sea de los más altos de España. Este es uno de los principales problemas de los mallorquines, ya que tienen que destinar gran parte de su sueldo a pagar su casa, en el mejor de los casos; ya que cada vez es más habitual alquilar habitaciones.
Sin lugar a dudas, vivir en un paraíso tiene un coste, llamado insularidad: la cesta de la compra también es de las más caras, al igual que la gasolina; etc.
Todos estos factores y otros, como la masificación turística, están haciendo que para muchas personas Mallorca esté pasando de ser un paraíso a un infierno. Llegados a este punto habrá quienes animen a marcharse a los que no están contentos. Sin embargo, esa no es la solución. Es muy difícil, pero urge tomar medidas para que la Isla siga siendo un lugar con buena calidad de vida: donde no todo sea más caro que en el resto del país, donde el acceso a la vivienda no quite el sueño, donde se pueda ir a la playa en verano sin tener que levantarse casi de madrugada para encontrar un sitio... Mallorca no puede morir de éxito y convertirse en un infierno.