Que las sociedades son fruto de diseño previo, pocos lo dudan. Lo fatal es cuando el diseño es perverso. El diseño puede idearse perfecto en su estructura y perverso en su objetivo.
Primera fase de una manipulación supuesta: atomizar la población. Una sociedad queda atomizada cuando en ella el hombre particular se siente aislado frente a una colectividad anónima que anuló el sentimiento de integración y potenció el de fraccionamiento. El diseñador, además de la atomización, impone, por decreto, la polarización, logrando así no sólo construirnos como solitarios, sino como enfrentados. No es que el individuo particular se halle solo ante sí mismo, es que se halla solo ante el inmenso batallón de sus semejantes; el objetivo es que cada uno se sienta ‘solo ante el peligro' de su propia nacionalidad. Segunda fase: así abonado el terreno, la cosecha está asegurada; surgirá el ‘hombre fuerte', llámese cabecilla, déspota o jefe, en el que depositar la confianza total y al que nadie levantará la voz. La llegada del mandatario único es hija de la polarización de los atomizados.
Igual podría describirse de otra manera: El diseñador, primero, hace pasivo a cada individuo. Segundo, hace maniquea a la sociedad. Tercero, hace apetecible la irrupción del líder indiscutido. Cuarto, mantiene el formato de las instituciones políticas existentes, vaciándolas de contenido. Quinto, prescribe a todos los portavoces que su manipulación siga llamándose democracia.