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La religión de las celebraciones laicas

| Palma |

Algún año han coincidido, son cosas de la Luna y de sus tiempos, pero, las más de las veces, es después del ciclo de celebraciones religiosas de la Semana Santa cuando llega el turno de las fiestas laicas, de la gran celebración de la primavera y de la irrupción de los días de luz, que empiezan de verdad ese en que han dado las nueve de la tarde y compruebas que todavía no ha oscurecido. El 14 de abril -la Segunda República española, como la primavera, nació en abril- abre las conmemoraciones laicas, que incluyen un día grande, el 23 de abril, el Día del Libro (próximo martes), que es cuando los altares del papel toman las calles y procesiones de gente a cara descubierta van en busca de su Santo Grial. Incluso, para la ocasión, se acompañan de una rosa. Como este año, al otro extremo de la Península si miras desde estas Islas, habrá otra celebración laica en Portugal en la que mandarán los claveles. Cuentan que hace 50 años en Lisboa un soldado que conducía un tanque se detuvo, en cumplimiento de las normas de tráfico, ante en un semáforo en rojo camino de la revolución. Y después, ya es cuestión de pocos días, otra celebración laica, la del Primero de Mayo, «primavera guerrera de los trabajadores», que contó como quien canta Rafael Alberti. La música acompañará todo lo que vendrá, empezarán en nada los tiempos de verbena, antes y después de la Noche de san Juan el 23 de junio, y correrán días de celebración laica hasta que, cuando maduren las uvas, la religiosa Virgen de agosto vendrá a recordar que (otra vez) han ido acortando los días y que hay que ir yéndose con la música a otra parte. Aunque el mejor consejo sobre libros que puedes dar es no aceptar ningún consejo (eso es de Virginia Woolf), no sé si podré evitar abrir Orquesta, de Miqui Otero y comprobar si la música de verbena puede ser voz narrativa de una historia. Que seguro que sí.

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