Marruecos ha llevado a cabo en los últimos días maniobras navales en aguas cercanas a Canarias. Aunque con perfil bajo, algo se ha hablado de ello. Lo grave no son las maniobras, ni siquiera si el gobierno marroquí las había comunicado a su supuesto amigo, el Gobierno español. La pregunta correcta es cuál habría sido la postura del Gobierno marroquí si España hubiera organizado unas maniobras navales a 175 kilómetros de su costa o terrestres en territorio español cercano al suyo. Pocos días después el Gobierno de Rabat dejaba sin efecto los visados de estancia corta que consulados españoles en Marruecos otorgaban a súbditos –que no ciudadanos– marroquíes. A ello debemos añadir que la aduana comercial entre Ceuta y Melilla, por una parte, y el territorio marroquí, por otra, sigue cerrada desde la COVID, pese a las informaciones emanadas –en diversas ocasiones– desde el Gobierno español relativas a una próxima apertura. Creo que el tema de los visados perjudica esencialmente a la población marroquí que los necesita y que la postura correcta del Gobierno español debería ser, debería haber sido hace tiempo, dejar de otorgarlos y controlar más la presencia de marroquíes en las ciudades españolas de Ceuta y Melilla y en todo el territorio nacional.
Las protestas del campesinado español ante la competencia desleal de países extracomunitarios, entre ellos Marruecos, que llegan a emplear productos fitosanitarios prohibidos en la Europa, es otro elemento a tener en cuenta. Añádase la postura marroquí en relación a peñones de soberanía española reconocida por Marruecos en todos los tratados del siglo XIX y XX; soberanía reconocida también internacionalmente. Y es que el derecho internacional debería ser efectivo para defender la soberanía y los derechos españoles y no sólo cuando sirve para que sean puestos en duda, cuando no atacados. La construcción de una piscifactoría por parte de Marruecos en aguas territoriales españolas (inmediaciones de las Chafarinas) es un ejemplo al respecto. Ni está, ni se espera, reacción del Gobierno español. Un ex alto mando de la Armada me comentó hace días que el envío de dos fragatas con carácter disuasorio hubiera sido suficiente para detener la construcción. De nuevo la pregunta correcta es cuál habría sido la reacción marroquí si España hubiera hecho algo parecido en sus aguas territoriales.
Y todo ello después de una peculiar política española con relación al Sahara que no sólo no ha conseguido que nuestro vecino deje de humillarnos y amenazarnos, sino que ha cortocircuitado nuestras relaciones con terceros países, que podrían ser mañana potenciales aliados y de los cuales dependemos, por ejemplo, para el suministro de gas. Un gas que Vd. paga o pagará más caro precisamente por ello. Una política con respecto al antiguo Sahara español más incomprensible si se tiene en cuenta que el presidente Sánchez ha manifestado estar dispuesto a reconocer el Estado palestino, pero parece no estarlo a hacer lo mismo con un supuesto estado saharaui. Por no estar no está dispuesto a aceptar siquiera un referéndum donde voten sólo los saharauis de origen y no los agentes marroquíes allí desplazados desde 1975 y sus descendientes.
En un año de elecciones norteamericanas, las maniobras marroquíes son –también– un mensaje a la administración de los EEUU. Los republicanos están concienciados en dejar de subvencionar la defensa europea y parte de los demócratas, más allá de lo que diga su candidato, también. EEUU parece que está dispuesto a continuar aceptando una relación bilateral con Marruecos, confirmándolo como el gran aliado en la zona norte del Atlántico africano y en la entrada al Mediterráneo, lo que puede ser comprensible para el votante norteamericano informado y más barato que asumir parte de los gastos de la defensa europea. España sería la gran perjudicada de esta opción que no es que vaya a triunfar, es que ha triunfado ya en los últimos años. No olvidemos que Ceuta y Melilla están fuera de la defensa obligada de la OTAN en caso de invasión o, en el mejor de los casos, en una especie de limbo. No nos engañemos, las maniobras referidas serían imposibles sin la certeza, por parte de Marruecos, del respaldo de responsables de cierto nivel en la administración norteamericana.
Mientras tanto, cada uno de nosotros debería actuar en favor de nuestra independencia, consumiendo productos producidos en España o por amigos de verdad, haciendo negocios con empresas españolas o de amigos de verdad, defendiendo –con la palabra y la acción– nuestra soberanía y teniendo en cuenta lo ocurrido y nuestra defensa nacional cuando nos acercamos a las urnas.