Deseaba escribir sobre nuestra adorada y añorada pagesia. Pero mis limitaciones sobre su conocimiento, me aconsejan hacerlo como analista. Ilustrados sobre esta cuestión como M. Morro, J. Perelló, J. Simonet o mi admirado M. Segura ya han aportado información y reflexiones de calado intelectual e investigador. Pero todos contemplamos el desagradable e injusto desprecio del Gobierno de Sánchez hacia el sostén de nuestra alimentación. Parece que aquellos que nos gobiernan no conceden la prioridad a un tema de supervivencia de la población. Sí que me gustaría introducir los valores e importancia de la pagesia. Ellos no solo nos alimentan con su sudor; son el sagrario de nuestros valores, patrimonio de nuestra cultura ancestral y guardianes de nuestro patrimonio paisajístico. El turismo no tendría su nivel sino fuera por el cuidado que aquellos hacen de nuestro paisaje.
Si la agricultura colapsara, literalmente, nos quedaríamos sin comer. Pero están en una situación que les ha llevado a la necesidad de manifestarse a nivel nacional y de forma unánime contra la inacción del Gobierno de España y los estúpidos obstáculos de Europa. La falta de apoyo de la Administración permite que, además de lo burocrático, la permisividad excesiva con los intermediarios. Estos se forran con el sudor del agricultor, que es quien realiza el producto y asume pérdidas. Y se suma al descontrol con las importaciones, que permiten que nuestros productos tengan dificultades burocráticas y controles exagerados para acceder a países de la UE. En cambio, favorecen la entrada de alimentos de dudoso control en salud. Como ejemplo, las fresas contaminadas de Marruecos que entraron sin control, un franco y peligroso alimento para nuestra salud. O productos de Sudamérica, África o China... Ya basta. Colaboremos con los agricultores para gestionar su problema con la UE, concedamos ayudas en gasoil, productos de primera necesidad u otros a un sector en el que ganan dinero a espuertas los centros de distribución o grandes superficies. Mientras el agricultor que asume riesgos, inclemencias climáticas, epidemias, etc, solo se lleva una minúscula ganancia que no le basta para subsistir. En Balears me consta que la Conselleria está por la labor y conoce sus necesidades, pero la inacción de Europa y el desprecio del Gobierno de España se enredan y dejan al pairo sus justas reclamaciones. Nuestro campo no puede seguir soportando tanta felonía. No está en juego su supervivencia sino la de todos nosotros. Afecta patrimonio paisajístico, sostenibilidad, cambio climático y valores de un sector que aún respeta nuestra historia. Salgamos de nuestro espacio de confort como espectadores y exijamos justicia a la Administración.