La infamia que anida detrás de la aprobación de la ley de amnistía que borra delitos de terrorismo, malversación y alta traición, perseguirá a Pedro Sánchez durante el resto de su carrera política.
La onerosa sombra de los siete votos de Junts le perseguirán a lo largo de lo que dé de sí una legislatura que políticamente está tocada, porque ahora se ha visto que sólo era la investidura y no la legislatura lo que había comprado a los separatistas.
La inopinada convocatoria de elecciones en Cataluña ha trastocado los planes de Sánchez cuya agenda daba por hecho que serían aprobadas las cuentas del Estado para 2024. En términos políticos el futuro comparece de manera agónica. Sánchez no mira a Portugal y la obsesión de poder que le define y consume le llevará a intentar seguir adelante como sea sabiendo que ante el panorama de convocatorias electorales en puertas –País Vasco, Cataluña al Parlamento Europeo– ya no podrá contar con el apoyo de quienes hasta ahora han sido sus socios para sacar adelante proyectos de ley. Y se quedarán en el aire los que estaban anunciados: construcción de miles de viviendas sociales, quita de la deuda de las autonomías con el Fondo de Liquidez Autonómica que iba a ser asumida por el Estado o la permanencia de los impuestos a las eléctricas y a la banca.
En otras circunstancias el mayor grado de incertidumbre que aparejaría la prórroga de los Presupuestos se centraría en el ámbito de la economía, pero vista la acritud con la que se ha manifestado el debate político durante los primeros cien días, el horizonte de la legislatura se avizora agónico. En su línea de superviviente, Sánchez intentará seguir pase lo que pase. El resultado de los comicios al Parlamento Europeo ofrecerá una pista fiable.
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