Se veía venir que el motín parlamentario de Vox acabaría mal, muy mal. Pronto ha quedado al descubierto que el quinteto de sediciosos sólo pretendía notoriedad. El suyo fue un levantamiento fallido desde el primer momento. Ninguna base ideológica y muchas ganas de pintarla. El ridículo ha sido mayúsculo y una prueba más de que la formación que lidera Santiago Abascal se sostiene sobre una base de escombros; y así le van las cosas. Gabriel Le Senne continuará como presidente del Parlament, Marga Prohens vuelve a respirar tranquila y aquí no ha pasado nada. O no. Este tipo de situaciones acaban generando problemas con el tiempo, aunque ha quedado claro que los sublevados han quedado muy tocados y eso siempre acaba siendo una fuente de conflictos; aunque sea para intentar la supervivencia política. La galería de personajes ridículos que han pululado por la Sala de las Cariátides se ha incrementado con cinco nuevos personajes, unos tránsfugas que no sabían dónde se metían.
El campo anda caliente, las protestas en Francia se han extendido a Portugal y España en demanda de un cambio radical en la política agraria de la Unión Europea. Es un error pretender minimizar el calado de las reivindicaciones, en el fondo no es nada muy diferente a lo que alimentó el ‘Brexit'; la distancia sideral entre las normas comunitarias y la realidad de los afectados. Y añadan la imposibilidad de localizar a los responsables. El ministro del ramo, Luis Planas, es el primero en derivar a Bruselas la raíz del conflicto, mientras que a partir de aquí el laberinto de autorías se diluye en los despachos de los tecnócratas europeos. Es como buscar una aguja en un pajar. De momento, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Layen, ha retirado su último paquete de medidas sobre el uso de pesticidas. Los agricultores tienen un argumento sólido y comprensible para defender sus movilizaciones: están obligados a trabajar en peores condiciones que sus homólogos de fuera de la UE, Marruecos, por ejemplo, y cuyos productos son importados libremente. El detalle es que no son pocas las grandes explotaciones agropecuarias en el país vecino cuyo capital es español. Las tractoradas también llegarán a Mallorca, esperemos que impere la sensatez por parte de todos.
¿Resucitar UM?
El que fue unos de los últimos secretarios generales de la extinta Unió Mallorquina, Damià Nicolau, pretende la resurrección del partido que fundó Jeroni Albertí en los inicios de la década de los año 80 del siglo pasado y cuyos herederos se encargaron de hundirlo. No dudo de las buenas intenciones de Nicolau, pero como ya le han advertido algunos de los veteranos militantes de aquella formación regionalista con tintes nacionalistas todo indica que la vía elegida no es la más idónea. UM es una marca gastada, o mejor dicho desprestigiada. Recuperar el valor del espacio del regionalismo, que ha entrado en hibernación tras el fracaso electoral de los últimos comicios municipales y autonómicos, parece que debería pasar por reforzar las actuales estructuras de Proposta per les Illes (PI) y no embarcarse en extrañas aventuras de incierto final. Aunque siempre cabe la posibilidad de que se trate de otra operación cainita más. Están acostumbrados.