En el Parlament balear hay gresca. Siempre la ha habido. Hasta ahora, los enfrentamientos eran entre unos partidos políticos y otros, pero ahora los líos también son internos. Vox, grupo con participación en el gobierno autonómico, se ha fragmentado ante la mirada atónita de los suyos y de los que no lo son. Hasta aquí podríamos pensar que las discrepancias -aunque sean internas- son reflejo de la libertad y del buen funcionamiento de la democracia. Diferentes opiniones. Distintas visiones de la sociedad. Distantes miradas a la realidad. Lo que sea para demostrar que la democracia está en la diferencia y la libertad en poder manifestarla.
Tengo la impresión de que las discrepancias entre afines se han puesto de moda. Estos días nos hemos quedado admirados ante las peleas entre Podemos y Sumar por la adjudicación de despachos parlamentarios. Atónitos por las discrepancias entre ERC y Junts por el significado de la palabra amnistía. Sorprendidos al ver que también en Vox se cuecen habas y que los parecían pensar de la misma manera no lo hacen.
Yo todavía no tengo claras las razones que han llevado al cisma balear. Aunque se me ha metido en la cabeza que la jerarquía interna manda y cuesta ver que un diputado convertido en presidente del Parlament cobra mucho más que un simple correspondiente autonómico, aunque este último esté por encima del otro en el partido. Es como si algunos miembros de la formación se hubiesen dado cuenta de que cambiar una V por una B no es una falta de ortografía. Será una cuestión idiomática pero estar en Vox no es lo mismo que pasar por Box, al menos si hablamos en inglés. No sé si me explico. Y es que todos los partidos políticos tienen su propia Box. Al final, parece que lo que más importa a una buena parte de nuestros representantes es pasar por caja y hacer Box.