A Ségolène Royal, una exministra francesa, se le ha ocurrido decir que los tomates españoles son horrorosos y está a punto de formarse una comisión parlamentaria para hacerle probar frutos deliciosos y en sazón producidos en España para que comprenda la magnitud de su error. Casi pareciera que la exministra ha dado donde duele. Con el campo francés encendido y el español a punto de encenderse también no está el patio para bromas con los productos de cada lado y a qué engañarse, la hora de incendiar la conciencia patria, los franceses se apañan casi mejor que los catalanes. En las mismas fechas que habló la francesa, una señora llamó al Teléfono Rojo de Última Hora. Protestaba porque en la mayoría de los supermercados, frutas como las uvas o las fresas ahora mismo vienen de países lejanos: Perú o Mauritania.
La conciencia de cercanía alimentaria no impedía que la buena mujer no ciñera su consumo a la temporada que toca cada cosa. En enero, ni uvas, ni fresas españolas por pura lógica. Igual que en julio las naranjas no serán de Sóller. Ocurre, sin embargo, que se encuentran en los lineales tomates nacionales casi todo el año y extraña tanto escándalo por lo que dice la señora francesa. Como si encontrar un fruto en su punto y que no sea un puro corcho fuera tarea fácil, no ya en marzo, sino en agosto mismo. Casi hay que peregrinar por fruterías de confianza para encontrar en verano tomates buenos y es misión imposible en determinadas superficies, como si el resultado de este producto se hubiera independizado ya de su temporada: los venden igual de malos en invierno que en temporada. No es un caso único: lo de las fresas es más sangrante con los supermercados inundados de fresones infames en su temporada. Se encuentran buenas, pero en Francia, esa es una cosa que no pasa. Basta con ir a un mercado francés y comprobarlo.