Si el año que dejamos atrás ha sido de órdago, el que acabamos de estrenar es probable que nos deje con las carnes trémulas. El conflicto de Gaza, como era previsible, está siendo la mecha que puede acabar incendiando todo Oriente Medio. Por ahora, de una u otra forma, ya han entrado en liza Israel, Líbano, Siria, Turquía, Irán, Pakistán, EEUU, Gran Bretaña y una Unión Europea siempre tan servil a los intereses norteamericanos; la ONU, por su parte, está demostrando una vez más que sirve para bien poco. Sudáfrica, que tanto sabe de discriminaciones, es la única que se ha atrevido a enarbolar el derecho internacional y la Carta de Derechos Humanos para enfrentarse a la infamia de un Estado, el israelí, que puede que acabe cavando su propia tumba.
El conflicto en Oriente Medio, por lo demás, está ocultando los otros muchos conflictos bélicos que azotan al planeta. Se nos viene encima un año en llamas, con elecciones en más de sesenta países en los que unos dos mil millones de personas pondrán en vilo a la democracia, dado el crecimiento rampante de la extrema derecha y de un neoliberalismo totalmente deshumanizado, como el que están empezando a padecer los argentinos. Si a todos estos despropósitos y desventuras añadimos el hecho de que ya se ha sobrepasado el 1,5 % de incremento del calentamiento planetario fijado para toda la centuria, se nos queda el cuerpo como para mear y no echar gota. Ahora, más que nunca, parece que nuestra historia sea un cuento escrito por un idiota.