Se podría pensar que las multitudes no son un invento de la humanidad, sino la propia humanidad en sí, que es multitudinaria como la naturaleza misma, muy proclive a hacer de cada cosa (galaxias, sistemas solares, criaturas, microbios, nubes gaseosas, puede que universos) innumerables copias y repeticiones, ya que lo más importante de lo que sea es que sea mucho. Se podría, claro está, pero sería un error conceptual, ya que la muchedumbre, lo multitudinario, es una característica esencial del cerebro humano, y hasta que no logramos ser una especie masiva, lo que nos llevó millones de años, no fuimos realmente humanos ni logramos considerarnos como tales. Supongo que esto ya lo explicó Elías Canetti en Masa y poder, pero para lo que ahora interesa basta recordar que tenemos incrustado en los sesos, en el alma por así decir, el mandato bíblico de crecer y multiplicarnos, pues o somos muchos, o no somos nada. Por eso es tan masivo Internet, la culminación final del invento.
El invento de la multitud. Qué habría sido de nosotros sin el imperativo psíquico de crecimiento y multiplicación, que aún es la base del sistema económico, y por tanto, de la cultura, la filosofía, la civilización, la ciencia y todo lo demás. No existiríamos, nos habríamos extinguido de antemano como tantas especies fallidas. Pero ya pequeñas tribus dispersas de cavernícolas tenían un sueño de multitudes, y el invento de las muchedumbres en la punta de la lengua. Ser más nos hizo humanos. Hace un siglo, el periodista filosofal Ortega y Gasset analizó el fenómeno del hombre-masa, y de la muchedumbre como invento humano en La rebelión de las masas, y aunque la única revolución que ahora nos queda sea la de las máquinas, el concepto de multitud como creación de la mente quedó ya definitivamente establecido. A lo que Borges oponía su aborrecimiento a los espejos y el coito, ya que multiplican a la gente. Como Internet, puesto que no hemos parado de perfeccionar el invento. Al fin somos unidades multitudinarias aisladas. De líderes, de seguidores, de consumidores. De lo que sea, pero muchos. Y en crecimiento, pues sin crecimiento, con unas pocas décimas de recesión, se va al traste el invento.